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Invasión Extraterrestre

Por muchos años, dos seres espaciales aterrorizaron a la humanidad:
El primero conocido en mi juventud como Alien, el octavo pasajero. Este era un extraterrestre que se desarrollaba en el interior de la persona, como una especie de parásito para luego surgir del interior del humano, matándolo en este proceso. Así desarrollado, mataba a cuanto se le pusiera en el camino, sin distinción alguna.

El segundo era conocido como Depredador. Este era un extraterrestre que salía de su planeta en busca de los mejores especímenes de cada planeta para tener una cacería y así hacer trofeos con los cráneos de sus víctimas. Este ser elegía a aquellos humanos que consideraba le darían batalla y salía a matarlos.

Finalmente, luego de muchos años, estas dos criaturas se verían las caras y se darían con todo, pero para desgracia nuestra eligieron la tierra como campo de batalla. Aun recuerdo los trailers de la película: "No importa quién de los dos gane, la humanidad es la que saldrá perdiendo". ¿Por qué? Porque la humanidad ignoraba la existencia de estos seres, y tampoco tenía el armamento adecuado para defenderse de estos. No obstante, los seres humanos tenían que actuar, porque ahora estaban en medio de ambos.

Hace 14 añitos que yo reconocí que necesitaba a Cristo en mi vida para poder cambiar, para ser alguien diferente, para poder perdonar y ser perdonado, para llevarme bien con mis padres y hermanos, para dejar de cometer los pecados que me mortificaban. Y fue entonces que pedí a Dios que entrara a mi vida y me ayudara. Recuerdo que ese día fue uno de los más felices de mi vida. Pero los siguientes no lo fueron.

Durante esa semana recuerdo una dura batalla para no hacer todo lo que ya no quería hacer. Ya que por un lado, sentí que todo el mundo estaba en mi contra, por todos lados me invitaban a hacer lo malo, no faltaban los amigos que me invitaban un cigarrito, o a volarnos las clases para ir a "echarnos unas chelas". Y hasta la chava aquella que no me pelaba, ahora sí quería conmigo. Y por otro lado, en mi interior nacía el deseo de ir a esa fiesta y echarme unas chelas con los cuates, y obvio llevar a esa chica y "a ver que pasaba". Sirgía el deseo del volver a mentir, pelear, ofender a los demás, ¡sí! de hacer todo aquello que ya no quería hacer. Supongo que tú me comprendes. Esa fracesita de: "aghh es que no quiero hacer lo que quiero hacer".

Me sentía como los humanos de la película "Alien vs Predator", en medio de dos seres malvados, luchando por sus vidas, pero sin tener las armas adecuadas. Buscando tan sólo poder salir vivo de en medio.

¡Sí! allí estaba Julito, peleando y buscando sobrevivir, teniendo a un lado a un Depredador (demonio) que salió a mi cacería, lanzando dardos encendidos, buscando quedarse con mi cabeza de trofeo. Y del otro lado enfrentando al mismo tiempo a un Alien (la carne), aquellos deseos que buscan salir de mi interior, del viejo hombre, para devorarme y consumirme con aquellos viejos placeres que sólo me destruyen.

En esos momentos, cuando alguno de los dos lograba herirme, caía vencido para gozar de lo prohibido, y luego recuperarme y sentirme culpable, decidiendo no volver a hacerlo, pero cuando ya me sentía recuperado ¡zas!, allí iba de nuevo y caía. Y cada vez que caía, más profundo era el hoyo, cada vez más difícil de salir de él.

¡Ah! Ya has pasado por momentos así, en los que rindes tu vida y todo tu ser a Dios, le pides en oración ya no sentir lujuria, miedo, ira, temor, soledad, etc; pero al día siguiente, se aparece en tu mente aquel "bomboncito". ¡Sí!, qué rápido y fácilmente caímos de nuevo. Y en verdad quieres cambiar; pero cuanto más decides cambiar, más mal te va. ¿Por qué? ¿Qué no se supone que Jesús me ayudaría? ¿Qué no se supone que ya soy libre? ¿Por qué pues me va tan mal?

Jesús contó una historia acerca de un hombre endemoniado (Lucas 11:24-26). Este hombre fue libre, y el demonio se paseó para finalmente regresar a su antigua casa que ahora está barrida y arreglada. Y aquí está la fórumla para no caer de nuevo en el pecado. La fórmula es: Renunciar y Reemplazar. Es decir, renuncio al acto pecaminoso o corro al demonio para reemplazarlo con un hábito recto y el Espíritu Santo.

Podemos pedir de rodillas a Dios que nos quite el deseo o ese acto que tanto nos lastima y también a otros, ya no tener esos pensamientos lujuriosos y codiciosos; pero ahí continúan. Luchamos por alejarnos de ellos, pero allí siguen. Y hagamos lo que hagamos, no logramos desaparecerlos: miedo, temor, lujuria, ira, codicia, soeldad, todos funcionan igual. Porque lo que necesitamos es: renunciar al pensamiento pecaminoso y reemplazarlo con los pensamientos de Cristo. Vacías tu mente de pecado y lo llenas de Palabra de Dios. Renuncias a ver pornografía o tener sexo fuera del matrimonio y lo reemplazas con ejercicio, leer un libro o tu Biblia, etc.

Te propongo 3 cosas para comenzar a vencer los ataques de estos dos enemigos peligrosos (la carne y los demonios) ¿qué dices? ¿Te animas?
  1. Identifica los pensamientos que quieras reemplazar. Aquellos que te inducen a cometer el pecado.
  2. Se disciplinado para llenarte de la Palabra de Dios. Medita de día y de noche en ella. Comienza con 15 minutos diarios.
  3. Memoriza la Palabra de Dios. Busca versículos que te ayuden o tengan una promesa para fortalecerte en esa área en la que has sido débil.

Dios quiere que seamos libres. No nos dejó solos peleando en medio contra un Alien y un Depredador (la carne y los demonios). El trailes de nuestra vida con Jesús no es como el de la película. El nuestro dice así:

No importa cuánto lo intenten, el ganador es Cristo y Él te ha dado la victoria.

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